Cuando a finales de 2013 fui a Agility Euskadi al día de la presentación, Pedro se acercó hacia nosotros y mi perro de 20 kilos se metió debajo de la silla. Debió pensar que ese cavernícola no traía nada bueno, y razón no le faltaba.
Después de la charla yo decidí trabajar con esa metodología y resultó que Txester en gran parte tenía razón. Comenzamos unos meses de disciplina, contrariedades, frustraciones y ganas de dejarlo, porque no veíamos avances.
Un día fuimos a clase y las cosas cambiaron. De repente surgió un clic que hizo que todas las enseñanzas que nos había repetido Pedro durante tantos meses empezaron a coger sentido. Las cosas fluían y pudimos pasar de curso.
Desgraciadamente, al pasar a Pre-Agility por motivos externos tuvimos que dejar el club , pero ya avisé que volvería.
En noviembre de 24 volví con un perro totalmente diferente, con lo que tenía otras experiencias, otras frustraciones, pero con esfuerzo volvió el clic y a día de hoy la satisfacción de poder hacer ejercicios en pista no tiene recompensa.
Hay que tener en cuenta que entrar o alistarte en este club no es para que otros vean y digan lo bien y bonito que es tu perro, sino para afianzar y fortalecer la unión del equipo, guía y perro.
A día de hoy yo estoy orgulloso de pertenecer a este club. Aunque siga habiendo momentos y días de pensar en abandonar, hay una gran familia que me ayuda a mantenerme en el camino y darme ánimos para continuar con un buen trabajo.